La gestión de los intereses institucionales y corporativos ante los poderes públicos (función conocida comúnmente como lobbying) requiere reconocimiento, mecanismos que favorezcan la transparencia y herramientas que fijen los principios deontológicos para llevarla a cabo. Así se recogía en el artículo Los 'lobbies piden pista', publicado por El País, donde los expertos abogan por la normalización y la transparencia con el fin último de acabar con la mala imagen que arrastran los lobbies (o grupos de interés) y que no logran abandonar aún con el paso del tiempo.
De esta forma, desde el Foro por la Transparencia (plataforma creada por las principales empresas de consultoría y bufetes del mercado español) se demanda, entre otras medidas, la creación de un registro voluntario de intereses en el Parlamento y el Gobierno, a imagen y semejanza del que existe en Bruselas que, según datos de hace dos días, cuenta con un total de 2.374 organizaciones inscritas.
Sobre estos y otros aspectos, se debatió en la tarde de ayer, 24 de noviembre, en el Instituto de Empresa, donde además se pusieron de manifiesto diferentes casos de éxito como el de los Farmacéuticos y la defensa que desde la profesión se ha hecho en Bruselas del modelo regulado de la farmacia española. Precisamente para avanzar en la labor que se realiza desde las corporaciones profesionales en esta materia, Unión Profesional celebraba hace algunas semanas un seminario donde representantes de consejos y colegios profesionales pudieron repasar los entresijos de una función intrínsecamente relacionada con ellos, tal y como reconocía hace unos días Malcolm Harbour, presidente del Comité de Mercado Interior y Protección del Consumidor del Parlamento Europeo: «las organizaciones profesionales hacen una labor fundamental de lobby (entendido éste en el sentido más positivo) y, además, sus aportaciones hacen que se conozca mejor la realidad de los servicios profesionales».
Es en esta línea de colaboración con los poderes públicos en la que se ve con claridad la importancia del trabajo de los lobbistas que, dada las significativas repercusiones que suele tener, no se debe -ni se puede- dejar al albur de ocurrencias, amiguismos o charlas improvisadas en cócteles, aunque en más de una ocasión hayan funcionado.
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