Le he tomado prestado el título a esta certera crítica para comentarles sobre la ley de la selva que parece regir en el escenario presente y que el realizador Michael Moore, famoso por sus reivindicativos documentales, se ha molestado en retratar en un ejercicio de recapitulación de toda su obra -My name is Roger, Bowling for Columbine, Fahrenheit 9/11 y Sicko- en el documental Capitalismo: Una historia de amor.
Qué problemas se pueden desencadenar de la especulación y la falta de regulación; qué consecuencias se derivan del libre mercado que afectan a la aplastante mayoría de ciudadanos. Este es el foco, esta es la crítica. ¿Ejemplos? Michael Moore nos ofrece uno bastante sensible y que tiene que ver con la situación de muchos profesionales.
Según nos expone en la gran pantalla, el colectivo de pilotos en Estados Unidos -una profesión que, por tradición, venía definida por una formación muy específica cuyo coste se veía compensado por las ganancias profesionales- ha visto como su actividad se ha devaluado por culpa del mercado, obligando a muchos de ellos a pluriemplearse porque su sueldo no les permite llegar a fin de mes. ¿Quieren un billete de avión más barato? Sin problema, pero aténganse a las consecuencias.
La reflexión que Moore se hace ante esta situación resulta esclarecedora: Como ciudadano y consumidor querría que el piloto que tiene mi vida en sus manos estuviera contento con su trabajo. ¿Es la seguridad del ciudadano moneda de cambio del capital? Díganmelo ustedes...
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