miércoles, 14 de marzo de 2012

La felicidad del profesional y del ciudadano

La semana pasada leía que el 44,7 % de los españoles cambiaría de profesión si pudiera echar el tiempo atrás. En estos casos, lo que en un inicio se considera vocación con el tiempo muta en desilusión y de ahí a la infelicidad en el lugar de trabajo hay tan solo un paso. Este pesimismo viene al caso del interés por parte de las organizaciones de seguir a la busca y captura de empleados felices, movidos por la persecución de la productividad ilimitada, según múltiples estudios. El ambiente laboral, el salario, la realización personal y el horario suelen encontrarse entre los factores favorables para lograr olvidar el miedo y entonces estar más cerca de la ansiada felicidad/productividad en el trabajo.

El desarrollo profesional en correlación con la realización personal resulta ser uno de los pilares fundamentales para prorrogar no solo el contrato sino también la felicidad en la puesta en práctica de sus cláusulas. En este desarrollo profesional está la clave diferenciadora entre llevar a cabo el trabajo de cualquier manera de realizarlo con todo el conocimiento (tanto académico como sensorial).

La profesión es, por lo tanto, parte indisoluble de la persona y no una parte circunstancial, sino la parte que llena de satisfacciones a quien la ejerce. Desde esta perspectiva, compartida por los colegios profesionales la felicidad no abarca solamente al profesional sino y también al ciudadano, ora usuario, ora paciente, ora cliente.

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