El gobierno de Berlusconi es un referente de contraposición. Sobre todo cuando juega a ser el niño terrible de Europa, en lo que compite con Vaclav Klaus en la República Checa. La última genialidad de il cavalieri es la ley a través de la cual se suprime la prohibición de que médicos, enfermeros y el resto del personal sanitario denuncien a aquellos pacientes que puedan estar en situación irregular en Italia. Recojo la respuesta que emitía el Consejo General de Médicos hace unos días recurriendo al código deontológico médico, al sentido común y a la relación de confianza médico-paciente en la que radica el principio sanitario. El médico tiene «el deber ético y la responsabilidad profesional de velar por la salud de sus pacientes, lo que incluye tanto obligaciones de buena práctica profesional como la obligación de guardar y hacer guardar el secreto y confidencialidad de aquello que se les confía o conocen en su relación con el paciente».
El libre acceso a los servicios sanitarios es una conquista incuestionable en nuestro tiempo y entorno. «El miedo a ser delatados, esa pérdida general de confianza en el médico al verlo integrada en el engranaje policial, trasladará esa desconfianza a todos los ciudadanos y propiciará una sanidad paralela y clandestina al sentirse amenazados, justificada o injustificadamente, por los servicios y estructuras sanitarias, o simplemente no sean atendidos y en consecuencia no se identifiquen las prácticas sanitarias incorrectas y no sean declaradas las enfermedades infecto contagiosas, con todos los riesgos que esto implica».
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