En estos tiempos en los que España
arde (en el sentido literal) he llegado a pensar que con toda seguridad es el verano la estación del año que más
contraindicaciones tiene: El fuego que asola nuestros bosques ha hecho alzar la voz a
los ingenieros técnicos forestales. Y mientras que las imágenes de los montes calcinados no dejan de aparecer en los telediarios, la opción de trasladarse a la playa tampoco parece la mejor, sobre todo sin contar con la
protección adecuada de la piel, aconsejada por los farmacéuticos. ¿Y qué pasa si decidimos quedarnos en la ciudad?. Pues nada grave, siempre y cuando nos cuidemos de los
golpes de calor y que protejamos nuestros ojos con unas gafas homologadas,
aquellas que nos aconseje un óptico-optometrista. Sinceramente, a estas alturas, la verdad, no sabemos si
el sol es amigo o enemigo nuestro. Beber mucho agua, refugiarse de las altas temperaturas y no abusar del aire acondicionado puede librarnos además, de una visita estival a las urgencias hospitalarias, tal y como
nos advierten los médicos.
El verano, el
bendito verano, incluso tiene efectos póstumos y por eso los psicólogos no paran de recomendar que nos tomemos con calma la vuelta de las vacaciones, ya que el año pasado hasta un 35 % de la población sufría el fatídico
síndrome posvacacional.
Y es que… el que avisa… en este caso… es el profesional
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