Las doce pruebas de Astérix, además de ser la primera película de animación de Idéfix Studios, es la obra del personaje creado por Goscinny y Uderzo que mejor ha retratado el entramado burocrático al que el ciudadano suele enfrentarse cada que tiene que realizar cualquier trámite con la Administración. Un retrato hiperbólico, quizás, pero certero. Esto venía a colación de la jornada sobre e-Administración a la que acudí la semana pasada, celebrada en el Instituto de la Ingeniería.
Representantes de la e-Administración, tanto del Gobierno de España como de las entidades locales, explicaron cómo han desarrollado en los últimos años servicios telemáticos para permitir al ciudadano comunicarse con el poder. La queja principal por parte de los profesionales responsables de estas herramientas fue que, a pesar de que la tecnología está lista y preparada, el ciudadano apenas hace uso de ella. La razón, según los ponentes: el desconocimiento de estos servicios y la poca usabilidad de los portales.
Yo me arriesgo y añado otras dos a la balanza: la escasa capacidad de feedback de la mayoría de portales -por lo que el ciudadano se termina encontrando solo ante el peligro virtual- y la excesiva burocratización ya que, en vez de simplificar los procesos, la Administración se ha conformado con telematizar el caos previo. Así, nos encontramos con ventanillas que de únicas tienen más bien poco. ¿El remedio? Pensar antes de actuar es una de las opciones. Porque, de nada sirve ser de los primeros en Europa en digitalización de procesos burocráticos cuando para el ciudadano -y también para el empresario- mantienes un sistema virtual, sí, pero anclado en el pasado.
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