
Si bien parece que por fin se ha taponado la
herida petrolífera,
BP continúa siendo noticia por su
mala praxis, no solo en su ámbito, el petrolero, sino también en otros como la
comunicación. Lo ponen en evidencia expertos consultados a partir de la
crisis ecológica y su posterior gestión. Sin embargo, por esto de ser mejor ver el
vaso medio lleno que medio vacío, y por
rizar el rizo y continuar con este ritmo proverbial de
autoayuda hay que escribir (aunque solo sea en homenaje a todas las veces que lo hemos escuchado en los dos últimos años) que toda
crisis lleva implícita una oportunidad. Y así lo matiza el economista
Kenneth Rogoff:
tal vez sea un sueño imposible, pero podría ser que la catástrofe producida por el vertido de petróleo de BP en el golfo de México haga de catalizadora final del apoyo a una política medioambiental americana sólida. De ahí a planteamientos sobre los
modelos de crecimiento estatales
poco sostenibles hay solo un paso. Y además, me apoyo para afirmar lo que acabo de afirmar en el
artículo El precio de la dependencia del petróleo, de Julio Barea, responsable de la Campaña Contaminación de
Greenpeace, del último número de la revista
Profesiones, ya en sus ordenadores…
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