jueves, 9 de abril de 2009
Cultura científica
El futuro será científico, o no será. Profesores, series de televisión, escritores de ciencia ficción y eruditos de la cuestión llevan avisando a la masa de que el futuro de nuestra especie pasa por la inversión en investigación y desarrollo (científico). La reciente Ley de Ciencia y Tecnología es buena prueba de esa intención inherente: llevar conocimiento científico al sector empresarial e innovar (y patentar) para no perder comba en el escenario internacional. Pero, si ese es el espíritu, si esa es la intención desde la altas instancias ¿dónde queda la inversión en la juventud, la sensibilización de los escolares, sobre todo ahora que los profesores de secundaria de asignaturas como física, química o matemáticas luchan para que no les reduzcan sus horas lectivas? Se habla de incorporar a los jóvenes más brillantes a la Ciencia, se aboga por la excelencia, pero ¿de dónde salen esos jóvenes brillantes? ¿No deberíamos preocuparnos también por los pilares, además de por el tejado? Llámenlo política científica o cultura de la ciencia, sutil como una serie de televisión donde la protagonista es joven, exitosa y científica; práctico como dedicarle más tiempo y dinero a la educación de nuestros niños antes de que sean jóvenes; ¿efectivo? No lo sabremos si no lo intentamos. De lo que sí estoy segura es de que un clima científico y una adecuada estimulación intelectual pueden disipar apatías y despertar curiosidades. Es la difícil tarea de educar a la ciencia del mañana.
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