
Está claro que la acción que se lleva a cabo por los diferentes lobbies (o grupos de presión) existentes en nuestro país tiene que mejorar mucho pero eso no quiere decir que gracias a ella (a la acción de lobbing) las reformas nunca se lleven a cabo, tal y como se recoge en el
artículo de portada de Actualidad Económica de esta semana. Como es habitual en nuestro país, la actividad del lobbing siempre lleva
emparejado un matiz peyorativo que nada tiene que ver con la realidad (o al menos, la realidad de los que la desempeñan). Si para algo sirven los lobbies es para dejar claro el papel de la sociedad civil en la construcción de las políticas o en la modificación de las mismas. Porque no hay que olvidar que el político es un profesional de la política y, aunque parezca que sabe de
todo, no es así. Aquí es donde entran en juego los lobbies (como es el caso de los colegios profesionales) a la hora de asesorar a los políticos en sus decisiones, tratando de
encauzarlas en la dirección correcta, a través del conocimiento específico del sector, no solo a favor de sus colectivos sino del interés general, léase, de todos los ciudadanos y usuarios de servicios, que padecemos de forma directa las no siempre acertadas decisiones de los políticos.
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