Según la Biblia, concretamente el Libro del Génesis, después del cielo y de la tierra, Dios creó la luz. Veintiún siglos después, esta medalla de bronce sigue teniendo la importancia que se merece. Tanto que como pasa en otros ámbitos cedidos a la humanidad, han llegado los excesos y con ellos: la contaminación lumínica.
Sobrepasar los límites de la visión humana de manera artificial puede acarrear algunas dificultades a la hora por ejemplo, de percibir nítidamente los objetos. Pero es que además, supone la ausencia de poder disfrutar de otros astros tan importantes como el Sol: las estrellas.
De todo ello se habla, mejor dicho, se lee, en el monográfico que el Colegio Oficial de Físicos ha dedicado a esta materia en su nuevo número de la revista Física y Sociedad. Dos de sus autores, Jaime Zamorano y Mar Gandolfo intervinieron activamente en la presentación en sociedad de este monográfico. A los que los acompañamos nos quedó clara la necesidad de primar la eficiencia y el equilibrio a la hora de encender luces. Tanto fuera como dentro de nuestro hogar: «la luz, donde se necesita».
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